Maradona llegó a una certeza tras la clasificación al Mundial en aquel horrible partido en el Centenario: Argentina va a tener que jugar, para intentar llegar a buen puerto, como lo que denominaríamos típicamente “un equipo chico”, al estilo del Banfield de Falcioni o incluso retrocediendo mucho más en la historia, a la propia Selección del 90 que, dando lástima, llegó a la final de dicha Copa. Más allá de las estrellas, que las tiene y en altas dosis, el esquema no variará y será un 4-4-2 inmutable con apenas 3 jugadores de perfil netamente ofensivo (dos delanteros: hoy Messi e Higuaín, corriendo de atrás Tévez; y el Fideo Di María). Es decir, desde mi humilde opinión, presupongo que no habrá lugar para un tercer delantero, con Messi más atrás; ni tampoco – aunque en ésta tengo una leve esperanza – para dos laterales que les motive subir al ataque y no cumplir sólo tareas defensivas. Para mí, estos son Pablito Zabaleta y Clemente Rodríguez. Sinceramente, deseo que Heinze sufra algún tipo de percance no mortal o que Diego cambie su mirada para que el actual lateral Pincha sea titular. Ni me molesta que Zanetti no integre la lista. Creo que, pese a su extraordinario estado atlético y su vigencia en el Inter, ya le pasó el cuarto de hora con la celeste y blanca. La renovación es algo que tenía que llegar, tarde o temprano, y Diegote lo entendió bastante bien (lo de Verón es descomunal y no amerita discusión alguna, pese al odio que muchos supimos tenerle). Abro el debate cuyo título podría ser: “me gustaría que seamos más ofensivos, pero el camino al éxito va por otro lado”. ¿Será así? ¿Meter 3 arriba no nos da más chances de generar fútbol y goles? ¿O nos descompensa? ¿Está bueno ser como Italia? ¿El catenaccio es la nueva religión argenta?
